Si este hombre nuevo (Jesucristo), encarnado en una carne pecadora como la nuestra, aceptó nuestra antigua condición y, consustancial como era con el Padre, se dignó a su vez hacerse consustancial con su madre, y, siendo como era el único que se hallaba libre de pecado, unió consigo nuestra naturaleza, la humanidad hubiera seguido para siempre bajo la cautividad del demonio. Y no hubiésemos podido beneficiarnos de la victoria del triunfador, si su victoria se hubiera logrado al margen de nuestra naturaleza. Por esta admirable participación ha brillado para nosotros el misterio de la regeneración (el bautismo), de tal manera que, gracias al mismo Espíritu por cuya virtud Cristo fue concebido y nació, hemos nacido de nuevo de un origen espiritual.Por lo cual, el evangelista dice de los creyentes: Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. (Jn 1,13)
Fabian Aboytes Garcia - Lucia Burrai
Martha, Antonio y Juan Pablo
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